Yo ya he contado qué pasó la noche que se firmó la paz.
Pero hoy me dan ganas de hablar de eso, y repetir la historia:
El mejor fin de año de mi vida, fue el 31 de diciembre de 1991, cuando luego de las 12 de la medianoche y luego de la reventazón de cohetes, salimos y nos abrazos con los vecinos.
Entramos de nuevo a la casa y me senté a seguir viendo televisión, porque no cerraba transmisión, yo aun tenía la leve esperanza de que Mario no se hubiera equivocado, que la paz iba.
En el medio de la decepción, en la televisión inició La Danza del Sable de Khachaturian, el tema de Teleprensa de El Salvador, la presentadora hace la introducción y se conecta por teléfono con el periodista que tienen en Nueva York, y la frase "Se firma la paz en El Salvador" o "Se acaba la guerra en El Salvador", que se yo, como lo dijo, pero eso fue lo que dijo y entonces pensé: "¡Qué lindo, ya no me voy a tener que ir de la Patria!"
Me levanté, abracé y besé a mi esposa, me fui a los cuartos en los que dormían mis hijos y le di un beso a cada uno. Y me fui a dormir.
Para mí abandonar la patria era el acto más triste que cualquier ser humano pueda tener y no es patrioterismo, pero la realidad es que solo en tu territorio te sentís parte de algo, no te sentís intruso, no te sentís relegado, no sentís el racismo.
Aun recuerdo cuando se dio el canje de la hija del Presidente Duarte y varios alcaldes secuestrados por el FMLN por los guerrilleros detenidos y la salida de los lisiados hacia Cuba y recuerdo cuando alguien me comentó que algunos de ellos subían llorando al avión. ¿Absurdo no? iba a clínicas a rehabilitarse a vivir sin la aflicción de los desembarcos y enfrentamientos en el campo de batalla, pero iban llorando.
Y al escribir esto pienso que tiene razón mi hija: "Por qué queres que nos vayamos si vos nos enseñaste a amar este país"... y sin embargo, quiero que se vayan...
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