lunes, 16 de enero de 2012

Yo que usted, pensara un poco más (segunda)


Yo le he contado que mi madre, que apenas si curso segundo grado, me enseñó que hay cosas que son sagradas, el dolor ajeno es uno de ellos. Fíjese que era tan estricta que cuando un vecino moría (en aquella época en que era un niño de escuela básica, la gente moría de muerte natural, no como hoy que cuenta con tanta ayuda), de inmediato prohibía juegos, gritos, saltos, carreras y por supuesto ordenaba que se mantuviera apagado el radio. El dolor había que respetarlo, así fuera en la última pieza del enorme mesón en el que vivíamos, el silencio se debía mantener porque el dolor ajeno había que respetarlo.

Cuando fui adolescente, me metí en problemas "en babosadas" como decían los viejos de entonces y resulta que el dolor se fue haciendo más duro, porque los amigos en el clandestinaje empezaron a desaparecer, a irse...

Entendí que había que manejar el dolor como una parte normal de la vida, casi lo logro, pero me pasó lo peor: me encontré con la primera mamá que tenía un hijo desaparecido y ese hijo era un joven con el que más de alguna vez hemos de haber compartido juegos, porque vivimos en la misma casa, porque nuestros padres eran amigos y porque sus padres fueron especialmente solidarios con los míos. Y entonces vi los ojos tristes de esa madre y la pregunta de siempre sin tener necesidad de hacerla: "¿Porque Andy?" y entonces el respeto se volvió... no sé... no se si hay una palabra mayor para respeto, ¿tal vez sumo respeto?

A medida el tiempo avanzó, fueron más y más, hombres y mujeres, quienes indefensos emitían solo ruidos de dolor, mientras la dictadura en sus mazmorras a veces a flor de tierra, trataba de arrancarles nombres, direcciones, datos, puntos de reunión... cualquier cosa que les sirviera para identificar al resto de los que como los torturados, eran capaces de soñar con un mundo diferente. Ese dolor, no se respetaba solo porque mi madre me enseñó a respetar el dolor ajeno, sino porque se había ganado ese enorme respeto...

Y entonces me recuerdo de un maistro que era médico y argentino, barbudo y "loco" y que decía aquello de que "endurecerse siempre, perder la ternura jamás" y es que suena raro va!, pero así era... aprendí que el dolor ajeno, provocado por una guerra contra cualquier dictadura se respeta, porque lo han ganado los que lo padecen, porque lo merecen sus familiares... y el dolor que se provoca en los civiles indefensos es todavía más sagrado... se respeta más...

No crea, yo se lo que es llorar ese dolor... un 8 de octubre, un primero de mayo, un cumpleaños, un buen día escuchando música... las lágimas no llegan para ganar votos, simpatías o puntos en las encuestas, sino porque me doy cuenta, cuando recuerdo a mis hermanos y hermanas desaparecidos y/o asesinados, cuánto les admiro, y espero que ellos, donde sea que estén, sepan que les agradezco su silencio, que respeto el dolor que padecieron y que, en la distancia, soy solidario con el dolor que padecen sus familias... a las que muchas veces incluso ni conocí.

Por eso yo le dijera a usted que pensara un poco más... el dolor ajeno se respeta...

yo que usted, pensara un poco más (primera)



No hay comentarios: