César me recibió con alegría, feliz de que volviera y de inmediato me recomendó con el “Chiqui” responsable de ingeniería del Frente de Acción Universitaria (FAU), frente abierto universitario del Partido. Para entonces el partido ya había construido la Fuerzas Armadas de Liberación (FAL).
Pues me presenté ante el “Chiqui” y me integró a un organismo de la J, del que ya ni me acuerdo quienes estaban, pero que luego se conformaría con el “Chiqui” como responsable, Guillermo, el Choco Dany y yo como miembros.
En estos días, la cosa ya estaba caliente, se empezaba a hablar de unidad, pero surgían problemas personales de lo más estúpido en zonas que ya se empezaban a construir retaguardia; en San Salvador, la presión de la gente se sentía, pedían armas y entrenamiento. Recuerdo de personas que pedían sus quince días de vacación para asistir a entrenamiento militar básico. Así estaba de caliente la cosa.
Hasta donde entiendo, el ala militar del partido empezó a recaudar fondos, de la manera usual: asaltos a grandes empresas, bancos, secuestros. Había dinero y aquí empezó a surgir lo que para mí y “mi moral revolucionaria” fue un choque, la envidia y la corrupción.
En esos días, la presión que mantenía era enorme, lo económico en casa de mis padres andaba mal, mis estudios en el tecnológica se estaban cayendo por la poca atención que prestaba y encima, para poder cubrirme mejor, inscribí un par de materias en la universidad, que iba pasando pero con notas que evidenciaban mi poca dedicación, el trabajo aumentó y tuve que hacer un gran esfuerzo por ordenarme, fue la época de la construcción de la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM) unión de todos los frentes abiertos de las organizaciones político militares clandestinas.
Ocasionalmente la CRM preparaba o llamaba a paros que eran varios días en los que no circulaban buses, se reducía drásticamente el movimiento en las calles y generalmente iban acompañados de enfrentamientos armados, cortos pero en ocasiones intensos. El tener materias inscritas en la Universidad me servía como cobertura para argumentar que iba a casas de compañeros a hacer tareas y que nadie en dónde vivía sospechara.
Era agotador, pero por otro lado estimulante, fueron los días en que conocí la solidaridad a su máxima expresión era increíble, no importaba dónde estuvieras, siempre había comida, una fruta, un cariño intenso que te lo decían los ojos, los gestos, a mí me estimulaba y me llamaban a un mayor compromiso… entonces llegó el 15 de octubre de 1979.
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