Rosa Cabrera, fue mi maestra en tercero, cuarto y quinto grado, no se si aun vive... A ella le debo mucho de la formación que tengo.
Yo era lo que hoy llaman, hiperactivo, muy veloz en calculos matemáticos y cuando me lo proponía me metía en el cuadro de honor. El Cuadro de Honor era el sitio especial del aula que la maestra Rosa Cabrera había hecho: a todos nos pidió una foto tamaño cédula y al final de cada período de examenes, los mejores promedios iban al cuadro. Era una cartulina que en letras decoradas tenía escrito: "Cuadro de Honor" y luego en forma triangular repartidos las fotografías de los alumnos que habían obtenido los mejores promedios, pero era un cuadro en toda la regla, con vidrio, con marco... Púchica, en una escuela pública (estamos hablando de 1967-1969), con los alumnos que tenía, pobres de solemnidad en su mayoría, eso era muy, muy, muy especial.
Para nosotros, sus alumnos, eso era un tremendo honor y la mayorìa tomaba conciencia de lo que representaba y peleaban por ingresar en él.
Pequeña de estatura, complexión delgada, anteojos gruesos, ojos vivaces y sonrisa siempre dulce en sus labios, nos tomó de la mano y nos enseño secretos de las matemáticas, de las ciencias, de la vida misma... hacía concursos entre nosotros de ponerle diez a quien primero terminara un ejercico, un problema, el copiado de una lección y a los demás sólo revisado y eso era una competencia de muerte mil veces más emocionante que cualquier Eurocopa, Mundial u Olìmpicos.
No recuerdo un castigo de su parte, a pesar de que ya en primero y segundo me habían colocado el mote de "mal portado", ella supo moldearme con cariño, con amor, con respeto.
Mirando hacia atrás me doy cuenta de que he tenido bendiciones enormes, una de ella se llamó Rosa Cabrera, Srita. Rosa Cabrera, donde quiera que esté maestra vea que por fín aprendí a llamarla Srita. Cabrera, no Sra. de Cabrera, ¿lo recuerda? Cómo don David Pineda (el director) nos "jalaba el aire" cada vez que le llamabamos Sra. de Cabrera y él con su vozarrón de inmediato corregía: "¡Señorita Cabrera!" y usted sonreía, mostrando que nos disculpaba el error.
Maestra Rosa,cada día del maestro le recuerdo y quisiera poder verle, como cuando fui una vez a la escuela a buscar a Douglas y usted salió muy contenta y le saludé con alegría y me disculpé porque andaba de prisa y nomás buscaba a Douglas por una razón. En esos días usted no lo sabía (o a lo mejor su corazón se lo dijo, nos conocía tan bien), andaba en "negocios grandes": buscaba realizar los sueños de justicia e igualdad y esperaba, desde lo más hondo de mi corazón, que usted ya no tuviera que hacer una huelga más como la gloriosa huelga del 68, porque ibamos a hacer el paraíso en la tierra.
Que le diré maestra, yo reventé con mis sueños, la realidad me despertó... Tuve una época de depresión bastante larga, hasta que apareció Juanita y ahora tengo una esposa amorosa y excelente, un par de hijos (mujer y hombre) que espero se conviertan día a día en excelentes ciudadanos, honrados, leales a sus principios que espero siempre sean la verdad y la justicia. He madura más, sigo siendo bromista y alegre, pero es porque soy feliz.
Gracias maestra Rosa Cabrera, gracias por todo su amor, por su disciplina, esa rara combinación de disciplina con trato respetuoso. El siempre retar a la calidad humana que todos, aun aquellos que eran lastimados por sus padres, tenìamos dentro. Yo tuve una familia fabulosa, ya en otras partes lo he comentado, pero sabía de compañeros que tenìan otros problemas, que sus madres convivìan con varios hombres, que otros veìan a sus padres ebrios los fines de semana y otros que la pobreza les hacìa llegar con el estómago vacío, y usted maestra, siempre estuvo al lado de cada uno de ellos... de todos.
Recuerdo cuando una ocasiòn viniendo de El Palmar de clase de educación física, nos invitó a que pasáramos a su casa (cerca de la terminal de buses) porque llevàbamos sed y usted nos regalò agua, me impresionó la limpieza de su casa, la pulcritud en todo, los adornos que tocamos con temor y que usted nos lo extendiò diciendo que usted los hacía en su tiempo libre.
Usted maestra Rosa, llenó nuestra vida, no dudo en pensar que todos recordamos a la maestra Rosa Cabrera, como lo hago yo cada día del Maestro. Espero que Dios haya recompensado todo ese amor dejado en las aulas de la "David J. Guzmán" de Santa Ana, que haya compensado todo ese cariño que nos diò y nos convirtió en amigos a la mayoría, que nos hizo ser respetuosos entre nosotros, sin importar si tenían familia en Estados Unidos y por eso vestían mejor o si tenían familia problemática que los lastimaba, o se vestían con la ropa que dejaban nuestros padres. Todos fuimos iguales para usted.
Gracias maestra, Dios existe (estoy convencido de eso) y espero que si ya no está con nosotros que sus días hayan sido repletos de felicidad, y que ahora esté mil veces mejor que sobre esta tierra. Y si aún está con nosotros, que alegría sería poder volver a verle y decirle personalmente lo que hoy hago: ¡Gracias maestra!
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