Tengo casi 50 años. En breve cumpliré los 49 y la vida me ha enseñado que un año no es nada en el tiempo, no me siento viejo para nada, pienso que la vida ha pasado volada y que a duras penas me he dado cuenta de ello. Al ver hacia atrás, me pregunto si ha valido la pena estar en este mundo.
Siempre he pensado que estas aquì no de casualidad y que algo tenes que hacer, algunos le llaman tu misión, al menos los católicos (de verdad) que he conocido así le llaman y te motivan a cumplirla.
Yo pienso ¿Qué pasará cuando frente al mero mero, surja la interrogante: que hiciste con tus talentos?
La muerte no me quita el sueño, hace bastante rato la acepté como el premio por haber vivido, hay que esperarlo como tal, hay que aceptarlo como tal y vivirlo como tal.
La vida ha sido un arduo aprendizaje, vivir no es fácil y menos en las condiciones en las que opté hacerlo. Errores hay muchos,y eso es experiencia, ganada a sangre y fuego, sin poética. Pero a veces, cuando pienso si esa experiencia ha sido bien utilizada, tengo dudas. He tratado de ser derecho, pero nadie es puro, eso es claro.
Sin embargo creo que no tengo mucho de que avergonzarme, nunca he aceptado dinero que no fuera ganado con mi esfuerzo, ni en las noches más oscuras de la acabazón que durante tanto tiempo me rodeo, ni el pretexto de la cobertura me hiciero aceptar dinero no ganado por mi sudor.
He conocido mucha gente, mucha gente maravillosa y también de la otra, pero he aprendido que de éstos últimos es desperdicio hablar, no valen la pena. Los primeros por el contrario te marcan, te dejan huella, te acompañan y te enseñan con su ejemplo, con su vida, y de esos han habido muchos: ateos y creyentes; jóvenes y ancianos; hombres y mujeres, cada uno valioso, cada uno único
Pienso que para mi cumpleaños voy a caminar Santa Ana, la voy a caminar sin rumbo, sólo por el gusto de caminarla, me gustaría volver a las zonas, calles en las que anduve caminando de noche, madrugada, día... las calles que más de alguna vez me vieron derramar lágrimas por un hermano, las que más de una vez me vieron disimular el miedo, de aquellas en las que muchas veces sentí el escalofrío de hoy si la regamos y nos tocó. De ese pueblo que siempre me gusta recordarlo como lo describe Claribel Alegría en "Cenizas de Izalco".
A lo mejor, volviendo sobre mis propios pasos encuentre respuesta a las interrogantes que tengo ahora que me acerco al medio siglo de vida.
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