El 24 de diciembre pasó y fue agradable estar de nuevo con la familia, padres, hermano y hermanas, esposa, hijo, hija.
No hubo espacio para la nostalgia, más bien fue alegre y vivida en el presente.
En la adolescencia tuve muchas navidades tristes, pero eso es pasado. A pesar de eso puedo recordar dos navidades ocurridas entre 1975 y 1980 (esos años fueron tan intensos que no puedo recordar cuándo exactamente fue), la primera de ellas: convocado a una reunión de célula se nos entregó a cada uno un sobre, dentro, ¡¡Una tarjeta del Partido Comunista de El Salvador!! (me sorprendió, primero porque en esos años era una organización prohibida, por tanto clandestina y además se declaraba atea aunque respetuosa de las costumbres e idiosincracia del salvadoreño). El mensaje era algo parecido a: "Querido Camarada: Que la Navidad reine en tu hogar y que el pròximo año sea de lucha y triunfo junto al pueblo" (más o menos, a lo mejor los años la cambiaron en mi mente y se volvió más poética). Pero fue un acto que a mí me llenó mucho, la organización con la que estabas comprometido te saludaba y te invitaba, con el saludo, a que siquieras arriesgando el pellejo al lado de los otros que como tú , creían que había que hacer algo para cambiar la realidad.
La segunda: El permanecer pendiente de quienes se acercaban, platicaban y se movían a tu alrededor creaba tensión, cansancio. Como a las 6:00 p.m. cayó el Gordo César (Chicho) y me dijo que quería que le acompañara a un mandado y pensé "¿un mandado en 24 de diciembre a esta hora, carajo, que podrá ser?" y ni modo, no lo iba a dejar sólo en un rollo que sólo él sabía así es que dije algo en la casa (como "ya regreso" o algo asì) y me fui. Dimos varias vueltas y, como a los 30 minutos de caminar, paramos en el "Bruselas" un restaurante y bar que, hasta donde recuerdo, no era barato, pues bien al gordo le habían caído billetes y decidió que necesitabamos un recreo en medio de tanta presión y me invitó a algunas cervezas y pedimos conchas de boca y él pago. Eramos los únicos clientes en el lugar, quizás no había tanto bolo o no era costumbre emborrarcharse ese día en restaurantes sino en la casa. La cosa es que al principio un gran temor (quedemonos lejos de la ventana, frenta a la puerta, listos para la guinda), luego de la tercera creo que se me olvidaron todas las medidas de seguridad y empecé a disfrutar la reunión, contamos chistes y bueno nos fuimos porque tenían que cerrar. Caminamos de regreso ya en medio de la reventazón de cohetes que se iniciaba y en la esquina en la que cada quien tomaba su rumbo, nos dimos un gran abrazo y nos deseamos Feliz Navidad y un Año Nuevo Cachimbón, aquel se fue a ver a Antonia y yo me fui a acostar.
Dos navidades dignas de recordar, en mi adolescencia. El 2007 fue diferente, reunidos con la familia sólo fue reiterar en mi corazón el eterno agradecimiento a la lealtad a toda prueba de mis hermanas y hermano, al amor incondicional de mis padres, a la ternura de la Negra y hacer frente al reto que a diario me lanzan mis hijos para convertirme en un mejor ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario