El toque era hacer que el 8 de octubre de 1978 una de las torres de iluminación del Oscar Quiteño amaneciera con una gran cara del Che Guevara, que la gente que pasara en el bus la lograra ver desde la calle (creo que es la Santa Ana California, ya no recuerdo), para entonces eramos ya una célula universitaria (todos estudiantes de lo que entonces era el Centro Universitario de Occidente -CUO-, que hoy es la Facultad Multidisciplinaria de Occidente), en total cinco chavos.
La idea fue de Víctor y estaba buena, la discutimos, la aprobamos, se asignaron tareas y se inició la planificación: Se haría un patrón en papel, se calaría y lo pegaríamos rápidamente con tirro, dos se dedicarían a echarle spray mientras el resto mantenía vigilancia, al finalizar la "sprayada" la escapada y punto. Estaba fácil.
Ya en el terreno vimos varios riesgos, el Estadio no estaba cercado como lo está hoy, por tanto el terreno era totalmente abierto, lógicamente la torre escogida era la más visible, si me ubico es la de la esquina norponiente, pero teníamos la ventaja de tener al Chino y al Oswal que era medio duchos en cuestiones de seguridad y ellos armaron el plan de escape y los puntos de vigilancia, solucionado. Como la calle esa ancha permitiría ver con tiempo si la policía, se acercaba en vehículo, a pie era otro rollo, pero corriendo y con la motivación de un G3 (que usaba la Guardia Nacional) o una M1 (que usaba la Policía Nacional) siguiéndote y la oferta de una noche de torturas nadie nos iba a alcanzar.
Lo otro era comprar los materiales, con Chicho los fuimos acumulando, comprándolos en diferentes lugares (en Santa Apenas había dos o tres ventas de pinturas) y en diferentes ocasiones, a veces él otras yo.
Faltaba el patrón, el calado en papel, pero no podía tenerse por mucho tiempo (por algún cateo) por lo que decidimos hacerlo un par de días antes, alguien propuso tomar medidas del espacio que ocuparíamos, era lo lógico considerando que cuatro estudiábamos diferentes especialidades de ingeniería, sólo Chicho andaba en medicina, pero Víctor dijo que no era necesario, que él ya lo tenía checado y que es más él iba a hacer el patrón y lo iba a calar, ofrecimos ayuda, pero dijo que mejor no, que el lo haría.
Llegó el 7 de octubre, punto de reunión, muecas acordadas, camino al sitio, montaje de vigilancia, señal del responsable y quienes pintan colocan el calado y sorpresa, el calado es menos de una cuarta parte del área que se suponía que debía quedar pintada, ni modo, pegarla, abrirl el primer spray y darle, el segundo apenas se usó y escapada con todos los demás sprays sobrantes, el responsable de pintar tomó una medida inteligente: no firmarla, era tan raquítica que daba pena firmarla.
Y así fue, el 8 de octubre, una torre del estadio Oscar Quiteño amaneción con un Che pintado, pequeño, apenas se veía; desde los buses ni se notaba. Cada vez que pasabamos en bus por allí, siempre mirábamos para el otro lado, daba pena aquella obra de arte tan bien planificada y, por la necedad de un camarada, echada a perder.
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