En el Partido Comunista de El Salvador (PCS) de la década del 70, la cosa estaba bien clara, en tanto la gente (el pueblo) no se convenciera de que la vía armada era la correcta, se tendría que mantener la lucha política, por eso el PCS participó usando a la Unión Democrática Nacionalista (UDN) como fachada, junto al Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el Monivimiento Nacional Revolucionario (MNR) en la coalición Unión Nacional Opositora (UNO) en las elecciones presidenciales de 1972 y 1977 y en las municipales y para diputados que se realizaron entre esos años. Se decía que la vanguardia, entiéndase la organización que dirigiría el levantamiento de las "masas", no podía despegarse de éstas, sino estar al lado de ellas y "en este momento las masas lo que quieren son elecciones, así es que hay que darle a las elecciones".
Lo bueno que esto tenía es que permitía tener relación con muchas personas y se buscaba militancia para la juventud y el partido entre estas relaciones, pero además como militante de la Juventud o del Partido había que militar en una organización abierta si estabas en secundaria te tocaba en la "Asociación de Estudiantes de Secundaria" -AES-, si estabas en la Universidad en el "Frente de Acción Universitario" -FAU-, y así en diferentes sindicatos u otras organizaciones gremiales.
No toda la gente que estaba en la organización legal (el frente abierto se le llamaba), era militante de la juventud o del partido pero la dirección de la organización, sino en su 100% en un 90% era militante del partido o de la juventud.
Pero lo que deseo escribir este día, es el proceso seguido para seleccionar a la gente que, desde las organizaciones legales, era invitada a incorporarse a la clandestina.
Siempre la gente que se elegía era la mejor, por ejemplo en el caso de las organizaciones estudiantiles, siempre se buscaba a la mara que tuviera las mejores notas, que fuera los más respetuosos y por tanto los más respetados, los más queridos por sus compañeros de aula, de Instituto o Colegio y que, en la Organización legal, hubiera demostrado valor, decisión e inteligencia a la hora de enfrentar coyunturas o crisis.
Incluso podría no haber militado nunca en la organización legal, pero si se le veían cualidades e interés en que el país cambiara, se le platicaba, se le invitaba a alguna reunión abierta, se acercaban otros compañeros, le ponían una que otra "trampa": comentarios sobre la situación política, por ejemplo, y allí se evaluaba.
En resumen, se pensaba en aquel estudiante que al ponerse frente a sus compañeros, para dirigirles un discurso, una charla, sería escuchado con atención porque había convencimiento de que diría algo inteligente, algo que ayudaría a solucioar el problemas que se enfrentaba.
Ya cuando la guerra se veía venir, entonces la militancia se eligió más rápidamente y únicamente se evaluaba que tuviera valor suficiente (aunque a la hora de los "porrazos" hubo gente que se echó para atrás, pero entonces ya eran militares y los castigos eran en ese nivel).
Creo que fue por eso (por como se seleccionaba a la militancia) que conocí mucho obrero que era profundo en su pensamiento y conocimientos. Podías platicar sobre el átomo, filosofía, ciencias, descubrimientos científicos y claro, sobre la situación política y la historia de El Salvador, leían mucho e invitaban a otros obreros a leer. Mantenían bibliotecas (pequeñas pero significativas), era grato conversar con ellos. Tenían conciencia de la reponsabilidad que sobre sus espaldas llevaban: eran la vanguardia de la clase obrera y por eso se preparaban y estudiaban tanto.
Recuerdo a un viejo obrero Pedrito Y. Era un anciano cuando le conocí, había sufrido torturas durante el gobierno de José María Lemus, había acompañado a Salvador Cayetano Carpio en la cárcel, incluso Carpio lo menciona en su libro "Secuestro y Capucha".
Pedrito, me ayudaó en la formación, me parece que en esa época ya no tenía militancia activa, era un viejo muy querido y respetado.
Yo le llamaba don Pedro y él, mirándome a los ojos, sonreía decía, "llámeme camarada, o al menos compañero, el don Pedro está bien para cuando estemos en público". Pedrito creo que por 1978 o 1979 le invitaron a la Unión Soviética a un chequeo médico, le explicaron que era conveniente porque le harían un chequeo completo, podría hacer conferencias informando sobre la situación del país y la posición del Partido y el camarada Pedro respondió que no, que su sitio estaba al lado del pueblo, que no podía abandonarlo en "este momento tan decisivo de la historia nacional", Pedro había dedicado toda su vida a la lucha por la revolución ("no me voy a ir hoy que ya está a la vuelta de la esquina"), sus hijos habían sufrido junto a él y ninguno era militante del partido, uno hasta odiaba al partido por la infancia que habían tenido porque el padre había estado jalado (pero era militante del PRS-ERP), en esas condiciones Pedrito se quedó, nueva invitación, nuevo rechazo. Imagino que a alguien le dolía la conciencia arriba, porque Pedro nunca había salido del país becado a cursos de formación sindical o política, por eso presionaba para que se fuera y la respuesta era la misma.
Entonces a Pedrito le llegó un comunicado oficial del Comité Central en el que le "ordenaba" prepararse para salir a la Unión de Repúlicas Socialistas Soviéticas - URSS (Q.E.P.D.) y el viejo era disciplinado, así es que se fue, estuvo fuera dos o tres meses. Cuando regresó venía hecho nuevo y recuerdo su frase de alegría: "Ya puedo morir en paz, he conocido el paraíso", el viejo era ateo, pero en muchos aspectos fue más cristiano que muchos cristianos que he conocido.
Contaba maravillas de la Unión Soviética, estuvo en un balneario en el Mar Negro o Báltico, ya ni me acuerdo, fue a presentar "mis respetos al camara Lenín" (en el mausoleo) y al regreso para poner la cereza en el pastel, pasó por Cuba y Fidel le llegó a visitar al hotel, toda una institución el viejito; Fidel le vió rápidamente, Pedrito era pequeño así que quedó impactado que "Fidel es grande, no sólo como dirigente, sino también en estatura". "En Cuba, los niños cantan por las calles cuando salen de la escuela, todo mundo es feliz".
A Pedrito siempre le guardé un cariño especial (con el tiempo me volví camarada de su hijo, el que odiaba al PC, fue quien me hizo el contacto con la gente del ERP), en una ocasión incluso estuvo dispuesto a recomendarme para una beca universitaria en el campo socialista, pero ya había calado su educación en mí y no quise dejar el país en medio de la crisis; a Pedrito lo estimé y lo recuerdo con cariño, por eso me alegro que haya muerto antes de la caída del muro de Berlín, para él, aun con todo el conocimiento que guardaba, seguramente habría sido un acto incomprensible, totalmente incomprensible y frustrante.
sábado, 1 de marzo de 2008
Cuando el Che nos quedó chiquito
El toque era hacer que el 8 de octubre de 1978 una de las torres de iluminación del Oscar Quiteño amaneciera con una gran cara del Che Guevara, que la gente que pasara en el bus la lograra ver desde la calle (creo que es la Santa Ana California, ya no recuerdo), para entonces eramos ya una célula universitaria (todos estudiantes de lo que entonces era el Centro Universitario de Occidente -CUO-, que hoy es la Facultad Multidisciplinaria de Occidente), en total cinco chavos.
La idea fue de Víctor y estaba buena, la discutimos, la aprobamos, se asignaron tareas y se inició la planificación: Se haría un patrón en papel, se calaría y lo pegaríamos rápidamente con tirro, dos se dedicarían a echarle spray mientras el resto mantenía vigilancia, al finalizar la "sprayada" la escapada y punto. Estaba fácil.
Ya en el terreno vimos varios riesgos, el Estadio no estaba cercado como lo está hoy, por tanto el terreno era totalmente abierto, lógicamente la torre escogida era la más visible, si me ubico es la de la esquina norponiente, pero teníamos la ventaja de tener al Chino y al Oswal que era medio duchos en cuestiones de seguridad y ellos armaron el plan de escape y los puntos de vigilancia, solucionado. Como la calle esa ancha permitiría ver con tiempo si la policía, se acercaba en vehículo, a pie era otro rollo, pero corriendo y con la motivación de un G3 (que usaba la Guardia Nacional) o una M1 (que usaba la Policía Nacional) siguiéndote y la oferta de una noche de torturas nadie nos iba a alcanzar.
Lo otro era comprar los materiales, con Chicho los fuimos acumulando, comprándolos en diferentes lugares (en Santa Apenas había dos o tres ventas de pinturas) y en diferentes ocasiones, a veces él otras yo.
Faltaba el patrón, el calado en papel, pero no podía tenerse por mucho tiempo (por algún cateo) por lo que decidimos hacerlo un par de días antes, alguien propuso tomar medidas del espacio que ocuparíamos, era lo lógico considerando que cuatro estudiábamos diferentes especialidades de ingeniería, sólo Chicho andaba en medicina, pero Víctor dijo que no era necesario, que él ya lo tenía checado y que es más él iba a hacer el patrón y lo iba a calar, ofrecimos ayuda, pero dijo que mejor no, que el lo haría.
Llegó el 7 de octubre, punto de reunión, muecas acordadas, camino al sitio, montaje de vigilancia, señal del responsable y quienes pintan colocan el calado y sorpresa, el calado es menos de una cuarta parte del área que se suponía que debía quedar pintada, ni modo, pegarla, abrirl el primer spray y darle, el segundo apenas se usó y escapada con todos los demás sprays sobrantes, el responsable de pintar tomó una medida inteligente: no firmarla, era tan raquítica que daba pena firmarla.
Y así fue, el 8 de octubre, una torre del estadio Oscar Quiteño amaneción con un Che pintado, pequeño, apenas se veía; desde los buses ni se notaba. Cada vez que pasabamos en bus por allí, siempre mirábamos para el otro lado, daba pena aquella obra de arte tan bien planificada y, por la necedad de un camarada, echada a perder.
La idea fue de Víctor y estaba buena, la discutimos, la aprobamos, se asignaron tareas y se inició la planificación: Se haría un patrón en papel, se calaría y lo pegaríamos rápidamente con tirro, dos se dedicarían a echarle spray mientras el resto mantenía vigilancia, al finalizar la "sprayada" la escapada y punto. Estaba fácil.
Ya en el terreno vimos varios riesgos, el Estadio no estaba cercado como lo está hoy, por tanto el terreno era totalmente abierto, lógicamente la torre escogida era la más visible, si me ubico es la de la esquina norponiente, pero teníamos la ventaja de tener al Chino y al Oswal que era medio duchos en cuestiones de seguridad y ellos armaron el plan de escape y los puntos de vigilancia, solucionado. Como la calle esa ancha permitiría ver con tiempo si la policía, se acercaba en vehículo, a pie era otro rollo, pero corriendo y con la motivación de un G3 (que usaba la Guardia Nacional) o una M1 (que usaba la Policía Nacional) siguiéndote y la oferta de una noche de torturas nadie nos iba a alcanzar.
Lo otro era comprar los materiales, con Chicho los fuimos acumulando, comprándolos en diferentes lugares (en Santa Apenas había dos o tres ventas de pinturas) y en diferentes ocasiones, a veces él otras yo.
Faltaba el patrón, el calado en papel, pero no podía tenerse por mucho tiempo (por algún cateo) por lo que decidimos hacerlo un par de días antes, alguien propuso tomar medidas del espacio que ocuparíamos, era lo lógico considerando que cuatro estudiábamos diferentes especialidades de ingeniería, sólo Chicho andaba en medicina, pero Víctor dijo que no era necesario, que él ya lo tenía checado y que es más él iba a hacer el patrón y lo iba a calar, ofrecimos ayuda, pero dijo que mejor no, que el lo haría.
Llegó el 7 de octubre, punto de reunión, muecas acordadas, camino al sitio, montaje de vigilancia, señal del responsable y quienes pintan colocan el calado y sorpresa, el calado es menos de una cuarta parte del área que se suponía que debía quedar pintada, ni modo, pegarla, abrirl el primer spray y darle, el segundo apenas se usó y escapada con todos los demás sprays sobrantes, el responsable de pintar tomó una medida inteligente: no firmarla, era tan raquítica que daba pena firmarla.
Y así fue, el 8 de octubre, una torre del estadio Oscar Quiteño amaneción con un Che pintado, pequeño, apenas se veía; desde los buses ni se notaba. Cada vez que pasabamos en bus por allí, siempre mirábamos para el otro lado, daba pena aquella obra de arte tan bien planificada y, por la necedad de un camarada, echada a perder.
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