La muerte de cualquier ser humano duele, pero el testimonio fotográfico de ¿un fotoperiodias de La Prensa Gráfica? que recién hemos visto de un chico del Inframen victimado por otro del Inti, nos ha hecho rasgar vestiduras.
Me contaba un compañero de trabajo que la madre del fallecido ha educado a sus hijos a puro tamal, producto que vende fuera de la iglesia en la que éste se congrega.
Y entonces todos nos volvemos una sóla voz pidiendo el castigo del responsable.
Por ejemplo algún diputado pide que se castigue a los adultos que impulsan a los niños y jóvenes a delinquir, a lo mejor quieran cuestionar a los padres también. ¿Que tal si empezamos por los padres que en la Asamblea no cumplen su responsabilidad o que incluso han querido proteger a sus vàstagos, cuando se han visto involucrados en problemas legales?
Y leo y veo la foto en el diario de un dirigente gremial altamente ofendido por la noticia que exige denunciar los tratados y hacer nuestra real gana de paìs autònomo e independiente... Me parece recordar que él se opuso a la reforma tributaria, con una justificación tras otra, de manera sistemática, intentando arrastrar tras de sí a los demás empresarios. ¿Acaso no eran fondos que permitirìan, con la debida supervisión de la población, emplearse en programas de seguridad? ¿Acaso no es pariente del que ordenara revisiòn total... menos los de la familia?
Y por aquí y por allá las voces saltarán y, más de alguno de los que rasgan vestiduras, son los mismos que han facilitado las cosas, con la corrupción, con la complicidad, con la compra de voluntades, con la venta de apoyos. No hay duda somos una sociedad de hipocritas y cómplices.
Viendo toda esta hipocresìa, yo sólo le pido a Dios que de consuelo a doña Silvia, a quien acompaño en su dolor por la pèrdida de un futuro chef, de su hijo Carlos Francisco.
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