domingo, 6 de octubre de 2013
El techo de vidrio...
Vivimos en El Salvador, un país con 21 mil kilómetros cuadrados menos los bolsones (que entregó el presidente Cristiani) y la Isla Conejo (que parece que entregará el presidente Funes). Somos un país con cerca de 5 millones de habitantes dentro de las fronteras patrias y con más de un millón en creciente fuera de ellas.
Somos un país de compadres y comadres en la política, quizás más comadres que compadres. Se enseñan las uñas, se muestran los dientes pero solo para divertir y complacer a la estimada audiencia, que de tanto en tanto, debe renovarles el contrato mediante elecciones. Enseñarse las uñas y mostrase los dientes es parte del show, pero existe, de forma no escrita, un ancestral acuerdo de compadres, para divertir al "pueblo" sin hacerse daño entre ellos.
Cuando la empresa privada señala la corrupción o amenaza con denunciar la corrupción, ya saldrá algún ministro advirtiendo que hay una, dos o tres empresas, que deben muchos miles de dólares en impuestos que no ha pagado. Lo dirá para que los medios de comunicación lo difundan, las redes sociales lo retomen y los ciudadanos con capacidad económica para saber de redes sociales, lo critiquen. Pero ese ministro que juró hacer cumplir la constitución (Art. 235), en la práctica perdona esa deuda ya que jamás ordenará el cobro de tales miles o millones de dólares, violando el Artículo 232 de la Constitución (esa misma que juró bajo su palabra de honor defender) que especifica: "Ni el Órgano Legislativo ni el Ejecutivo podrán dispensar... las deudas a favor del Fisco o de los Municipios".
La impunidad es tal que nadie reclamará al ministro esa violación de su "palabra de honor". El compadrazgo está claro que fue la respuesta "válida" a la agresión previa y no habrá consecuencias. Ambas partes han cumplido: Hay un tema en el ambiente político para entretener al ciudadano común, el de a pie, ese que tiene que hacer milagros con los centavos que gana; la audiencia de los medios de comunicación crece para conocer las "opiniones" de "todos los sectores"; y ellos, los compadres, volverán a la noble tarea de seguir gobernando unos y a la paciente espera de su turno los otros.
¿El Fiscal inicia una investigación sobre acciones que parecen corrupción y apuntan hacia el ejecutivo? No hay ningún problema, el jefe del ejecutivo mencionará una noticia que "nadie sabía" y que es que el Servicio de Impuestos Internos (IRS) en los Estados Unidos investiga a varios ex funcionarios y un ex presidente por lavado de dinero. Veremos entonces que la primera investigación bajará de tono y jamás sabremos, si la solicitud del IRS fue atendida .
Estamos entonces ante un compadrazgo descarado, que tiene leyes no escritas, que a pesar de todo son inviolables, la principal de ellas: En tanto no se proceda legalmente, se pueden acusar mutuamente y siempre que parezca que las cosas van hacia a lo legal, se puede sacar una carta de la manga de la camisa, que se encargue de silenciar el juego del oponente.
Es decir: una cosa es enseñarse las uñas y dientes, otra querer arañarse la cara, eso no es permitido. La violación de esa regla llevará al arañado a recordar a quien ataca que él o sus empleadores (los que le han puesto en la posición que mantiene por el momento) también tiene techo de vidrio.
Vivimos entonces en El Salvador, un país con 21 mil kilómetros cuadrados menos los bolsones (que entregó el presidente Cristiani) y la Isla Conejo (que parece que entregará el presidente Funes) que no tiene casa con techo de vidrio, sino colonias completas con techos de vidrio, por eso, entre los políticos habitantes de alguna de esas casas, jamás se lanzarán piedras más allá del cascajo que se gastan para divertir a la audiencia y parecer, ante los votantes como lo que no son: defensores de la democracia, la honestidad y la transparencia.
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