Película: Argentina 1985.
Alegato final del fiscal Julio Strassera,
en el juicio contra los 9 comandantes
dictadores de la Argentina de 1976-1983.
"Señores jueces, la comunidad Argentina en particular pero también la conciencia jurídica universal me han encomendado la augusta misión de presentarme ante ustedes para reclamar justicia.
Razones técnicas y fácticas tales como la
ausencia de un tipo penal específico en nuestro derecho interno, que describa
acabadamente esta forma de delincuencia que hoy se enjuicia aquí y, la
imposibilidad de considerar uno por uno los miles de casos individuales, me han
determinado a exhibir a lo largo de 17 dramáticas semanas de audiencia tan solo
709 casos que no agotan, por cierto, el escalofriante número de víctimas que
ocasionó lo que podríamos calificar como el mayor genocidio que registra la
joven historia de nuestro país.
El cuadro de violencia era imperante en el país cuando tres de
los hoy procesados decidieron, una vez más, en nombre de las fuerzas armadas,
tomar por asalto el poder despreciando la voluntad popular y, ¿Cuál fue la
respuesta luego de este golpe que se dio desde el Estado a la guerrilla
subversiva?
Para calificarla, señores jueces, me bastan 3 palabras:
feroz, clandestina y cobarde.
Los guerrilleros secuestraban y mataban y, ¿Qué hizo el
estado para combatirlos?: secuestrar, torturar y matar en una escala
infinitamente mayor y, lo que es más grave, al margen de todo orden jurídico y
de aquí señores jueces, se derivaron consecuencias mucho más graves porque, ¿Cuántas
de las víctimas de la represión eran culpables de actividades ilegales? ¿Cuántas
inocentes? Jamás lo sabremos… y no por culpa de las víctimas.
Al suprimirse el juicio, se produjo una verdadera subversión jurídica. Se sustituyó la denuncia por la delación, el interrogatorio por la tortura y, la sentencia razonada por el gesto neroniano del pulgar hacia abajo.
Entre las muchas deudas que los responsables de este cobarde sistema de represión han contraído con la sociedad argentina, existe una que ya no podrá ser saldada. Quisiera repetirlo: la falta de condena judicial no es la omisión de una formalidad, es una cuestión vital de respeto a la dignidad del hombre.
Su abandono llevó por ejemplo a lo siguiente: una persona
fue secuestrada por pertenecer a las FAP “Fuerzas Armadas Peronistas” y resultó
que pertenecía a la FAP "Federación Argentina de Psiquiatras".
¿Alguien tiene derecho a permitir que Adriana Calvo de Laborde
tenga a su hija recién nacida esposada y con los ojos vendados en el asiento de
un patrullero, tirada en el suelo y sin poder abrazarla?
“No vamos a tolerar que la muerte ande suelta en la
Argentina”. Lentamente como para que no nos diéramos cuenta una máquina de
horror fue desatando su iniquidad sobre los desprevenidos y los inocentes. Estas
frases las dijo el almirante Emilio Eduardo Massera el 2 de noviembre de 1976 en la Escuela
de Mecánica de la Armada; en ese mismo momento, en la casa de oficiales de la ESMA
sobre una colchoneta estaba Cecilia Inés Cacabelos tenía 16 años, la habían
encapuchado y sus manos estaban esposadas y engrilladas; la habían capturado
gracias a los datos suministrados por su hermana a quien le dieron garantías de
que sólo la iban a interrogar… creía que así le estaba salvando la vida. Cecilia
Inés Cacabelos permanece hoy en situación desaparecida.
Pero, aceptemos ahora, por vía de hipótesis, la “teoría de la
guerra” que tanto repiten los acusados, ¿Se puede considerar acción de guerra
del secuestro en horas de la madrugada por bandas anónimas a ciudadanos inermes? ¿Es una acción de guerra torturarlos y matarlos cuando no podían oponer
resistencia? ¿Es una acción de guerra ocupar las casas y mantener a los
parientes como rehenes? ¿Son objetivos militares los niños recién nacidos?
Este proceso ha significado, para quienes hemos tenido el
doloroso privilegio de conocerlo íntimamente, una suerte de descenso a zonas tenebrosas del alma humana, donde la miseria, la abyección y el horror,
registran profundidades difíciles de imaginar antes y de comprender después.
Dante Alighieri en "La divina comedia" reservaba el séptimo
círculo del infierno para los violentos, para todos aquellos que hicieran un
daño a los demás, mediante la fuerza y, dentro de ese mismo recinto sumergía, en
un río de sangre hirviente y nauseabunda, a cierto género de condenados así
descriptos por el poeta: "estos son los tiranos que vivieron de sangre y de
rapiña, aquí se lloran sus despiadadas faltas".
Por todo ello señor presidente, este juicio y esta condena son importantes y necesarios para la nación argentina que ha sido ofendida por crímenes atroces. Su propia atrocidad torna monstruosa a la mera hipótesis de la impunidad.
Salvo que la conciencia moral de los argentinos haya descendido a
niveles tribales, nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el
asesinato constituyen hechos políticos o contingencias del combate.
Ahora que el pueblo argentino ha recuperado el gobierno y
control de sus instituciones, yo asumo la responsabilidad de declarar en su
nombre que el sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica
sino, una perversión moral.
A partir de este juicio y de la condena que propugno, nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido sino, en la memoria; no en la violencia sino, en la justicia.
Esta es nuestra oportunidad,
quizás sea la última.
Señores jueces, quiero renunciar expresamente a toda
pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una
frase que no me pertenece porque pertenece ya a todo el pueblo argentino,
señores jueces, NUNCA MAS".