Pesa ser salvadoreño al saber la falta de solidaridad que tenemos en nuestra actitud, cuando descubrimos que también somos racistas, cuando por tener apenas una comida más que el otro nos sentimos superiores, actuamos como superiores, despreciamos al indefenso.
Desde que tomé conciencia de lo difícil que es ser extranjero, desde que me enteré de lo mal que lo pasaban quienes, por razones políticas o económicas se tenían que ir del país, sentí la necesidad de ser solidario con el extranjero que debe repetir la historia, desde su patria hacia El Salvador.
Los salvadoreños somos así. Siempre buscamos proteger nuestra incoherencia con la incoherencia ajena. Predicamos igualdad y maltratamos a quienes son menos afortunados o son "diferentes" a nosotros; exigimos respeto a los derechos humanos de nuestros connacionales en el extranjero mientras violamos los de quienes hoy buscan refugio en nuestro país, y para colmo, lo hacemos utilizando los mismos argumentos; demandamos salarios justos, mientras explotamos a quien nos ayuda con los oficios de la casa o en el pequeño negocio familiar; criticamos la corrupción oficial, mientras no vemos la propia o somos socios de empresarios o funcionarios corruptos; exigimos distribución de la riqueza mientras evadimos o ayudamos (como trabajadores) a evadir impuestos...
Salarrué nos conocía muy bien. Semos malos y vamos a seguir siéndolo por la eternidad, hasta que el sistema educativo deje de servir al sistema actual y se decida a formar verdaderos ciudadanos, honrados, solidarios... Nuevos seres humanos. Por hoy seguimos recogiendo la cosecha de aquello que fue sembrado por los ricos previsores que existen desde antes de 1932... lo confirmo por enésima vez, luego de leer "Cuando el sueño se llama El Salvador"