Es la regla No. 44 de lo que en internet se puede encontrar como el “Tao de Warren Buffett” (inversor considerado por la revista “Forbes” como el tercer hombre más rico del mundo).
Y aun cuando no lo hubiera dicho o escrito él, es una gran realidad. No existe una profesión tan delicada como el periodismo. Y lo digo conociéndolo y respetándolo como lo hago.
He tenido la fortuna de conocer periodistas de todo tipo, desde aquellos que son voceros e insertan su opinión en las notas que, como noticias, deberían únicamente narrar la realidad, hasta los que tienen un pensamiento racional contundente y buscan, conscientemente, ser objetivos.
El problema con los periodistas es que lo que dicen o escriben, es visto, escuchado o leído por miles de salvadoreños que tienen una ciega confianza en que eso es verdad. Quizás la mejor forma de presentar esto es darnos cuenta que la confianza de la población en los periodistas es tal, que los dos últimos presidentes de la República, han alcanzado esa responsabilidad, basados en la credibilidad que construyeron como periodistas.
Por eso es que los periodistas deberían ser como el Papa de Roma: “el primer y más humilde servidor”. Pero el poder es maldito y ser humilde con el poder en la mano, requiere una buena dosis de madurez y humildad, y no hay que engañarnos, inteligencia, capacidad y humildad no son cualidades que siempre vayan juntas, es más, generalmente las dos primeras opacan la última.
El periodista es un “intocable” en esta sociedad (y en la mayoría de las sociedades iberoamericanas), porque nadie quiere ver su nombre escrito con tinta o dicho por radio o televisión acusándolo de intentar callar la voz de un periodista. Es tal el “poder” que durante la guerra, aun cuando mi carnet de “La Prensa Gráfica” no decía Ocupación: Periodista sino que Digitador, más de una vez me salvó la vida, porque no importaba si la guerrilla atacaba un cuartel o alguien le gritó algo a los miembros del ejército, el logo de mi carnet me permitía moverme con tranquilidad y contar con el respeto de los participantes en el conflicto.
Un periodista puede hacer o decir cualquier cosa y, al igual que un diputado, aun cuando por diferentes razones, difícilmente podrá ser enjuiciado por una mentira publicada. En el fondo la discusión del 191 en la Corte Suprema de Justicia es justamente por eso, no por otra cosa y es que perder poder duele…