viernes, 28 de diciembre de 2012

Un solo deseo: que 2013 sea mejor que 2012



El año finaliza. Este año he visto muchas más lágrimas, demasiadas, tantas que me ha recordado la dura época de adolescencia, época en la que era prohibido llorar pero igual, las lágrimas acudían a consolarnos ante las derrotas, las separaciones, las pérdidas.

El año que viene será peor, eso ha dicho un mago, que por ser amigo del ministro que ha violado tantas veces la ley (simplemente porque no ha sido capaz de generar ingresos), se me vuelve sospechoso.

El mundo no se acabó ni el 12 ni el 21 de diciembre. Pero siempre habrá profetas del apocalipsis, gratuitos o pagados, y siempre serán sospechosos para mí, ya que la experiencia enseña que sus predicciones les permiten aumentar sus ingresos.

El año finaliza y sin duda el pequeño Cusca, tiene ahora la dictadura que se merece, la que la ignorancia de la mayoría, la complicidad del gran capital, el egoísmo del capital mayor, la quietud, cansancio o frustración de los que tienen algo que decir, en fin, la actitud de todos ha permitido que se asiente.

Uno está acostumbrado a ver las dictaduras tras los uniformes, esos verde olivo que incluyen relucientes charreteras, zapatos de brillo charol, hebillas pulidas con brassso, y condecoraciones de todos colores en el pecho… quizás por eso ni cuenta nos damos de lo que está pasando.

Si leyéramos historia o habláramos con los viejos, nos enteraríamos de una época política conocida como la “Dinastía Meléndez-Quiñónez” y de cómo se turnaban los miembros de ese clan (o consorcio) en la dirección de los altos destinos de la Patria.

Pero bueno, el año se acaba y es momento de desearnos un feliz año nuevo, de pensar (y desear) que las cosas sean mejores, que ojalá en 2013 la justicia social exista, que por fin paguen impuestos quienes no lo hacen y que finalmente, el salvadoreño y salvadoreña común pueden decir lo que desean sin temor a quedarse sin trabajo.

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