martes, 2 de agosto de 2011

Porque me fui a la guerra
y me regresé antes de que empezara
(Parte I)

-"¿Te imaginas que pasaría si se dan cuenta que aquí se reúne gente de la Juventud Comunista?, después hablamos de eso, yo quiero hablar con ustedes sobre eso, pero otro día".
-"Pero no con todos, algunos tienen parientes que son miembros de ORDEN"
-"¡Puta! A pues decime con quienes"

Serían las 9 de la noche y tendría que haber sido una noche de octubre o noviembre de 1977. Por alguna razón que no sabíamos y no nos interesaba averiguar (porque todos la estábamos pasando de maravilla entre broma, música y coca-cola), la Casa de la Cultura aún estaba abierta, a pesar de que había pasado con mucho la hora de cierre.

Papa Joe era el director, César, otros jóvenes y yo, estábamos aún allí, cuando en intervalos de tres minutos empezaron a salir de una sala que había permanecido cerrada toda la tarde, algunos desconocidos, bueno, algunos no habituales visitantes, entre ellos un conocido dirigente estudiantil, alguien que sabíamos era dirigente sindical y otras personas a las que no pudimos identificar, y justamente por cuestionarle porqué se habían reunido tantos dirigentes, fue que Papa Joe reaccionó pidiendo calma.

La Juventud Comunista de El Salvador (JCS), era el grupo de choque del Partido Comunista de El Salvador (PCS), ambas organizaciones eran ilegales ya que el "Título X – Régimen de derechos individuales de la Constitución Política" vigente desde 1962 establecía claramente, en el Art. 158, inciso segundo: “Queda prohibida la propaganda de doctrinas anárquicas o contrarias a la democracia.” (entiéndase comunistas, socialistas, anarquistas)

Yo estaba interesado en ser parte de alguna de las organizaciones político militares clandestinas que ya existían (en ese momento FPL y ERP), pero la cuestión no era fácil y tampoco era de andar preguntando de arriba para abajo dónde entregaban las solicitudes, había que tener mucho cuidado. Compartíamos esa idea con César. Con Paty, lo platicamos y ello lo que deseaba era aprender más sobre filosofía y otras formas de pensamiento político.

Por otro lado de la ciudad, había conocido a Carlitos y en una plática sacó la sangre “erepiana” que tenía, y entonces le platiqué de mi intención. Con el tiempo, me confesaría que la dificultad no era “conectarme” con la organización sino que se consideraba amigo de mis padres. En esos días lo más común era que te fueras a la clandestinidad, es decir que abandonaras tu familia por completo, que asumirás otra identidad con las consecuencias que eso tenía o bien que te asignaran al frente abierto, lo que era similar a una sentencia de muerte en suspenso, porque la represión aún era selectiva, pero implacable.

Así es que la confesión de Papa Joe, nos cayó bien. Unos días después le recordé lo que teníamos pendiente de platicar y él evadió mucho, entonces entendí que la cosa por ese lado no iba a caminar.


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