jueves, 26 de junio de 2008

Un viejo que conocí... y siempre recuerdo...

Huérfano de padre, tendría siete años o menos y ya trabajaba en el mercado de Zacatecoluca, en las cocinas, cuando la dueña del puesto llegaba por la mañana,él ya había hervido la leche, tenía caliente el café, y la comida, la doña sólo cobraba porque él también servía. ¿Escuela? bueno, hasta primer grado...

Cuando creció, su tía paterna, que se convirtió en su Mamá Tana buscó la manera de formarlo lo mejor posible como buen cristiano y honrado ciudadano y lo entregó con unos franciscanos, vivió entre curas hasta que un día en San Salvador, se "pelió" con un compañero y no me acuerdo si los sacaron a los dos o sólo a él. Busca refugió donde un tío que hacía féretros, y allí se queda, hasta que pasa lo de siempre: la casa se vuelve chica, estorbas un poco... sobre todo si no es la tuya.

Ingresa al Hospital Militar como ordenanza, parte de sus funciones eran dejar correspondencia; como buenos salvadoreños, sus compañeros le "ponen el dedo" con el director del hospital, quien le llama, le dice de la queja y le informa que lo cambiará de puesto porque "dicen que el trabajo se atrasa, porque no podes andar en bicleta", él se defiende y el doctor lo cita para el mediodìa en el parqueo del hospital, se luce: hace la subida y bajada del cartero, pedalea de un modo hace pirueta por aquí, en fín, cuando me lo contó me lo imaginé haciendo trucos como el bicho aquel de "sin los pies, sin las manos..." bueno el doctor les pide a los demás que dejen de joder y que no mientan que el hombre sabe andar en cicle.

Ese día toma una decisión transcendental: superar el miedo al tráfico de San Salvador, que es el que no lo deja salir a la calle en bicicleta: luego que el doctor se va, él sale a la calle en bicicleta, cuando lo cuenta se ríe porque dice, eran las 12:30 o 1:00 p.m. el tráfico era casi nulo, las calles del San Salvador de 1950 y algo estaban solas, pero superó su miedo. Se gana el respeto de la mara y hace nuevos amigos, aprovecha para hacerle turnos a los telefonistas para que se vayan de juerga o se quiten la del dìa anterior.

En esos días se hace aficionado (no fanático) del Atlético Marte (un equipo de tradiciòn militar que estuvo en la Liga Mayor "A"), viajaba con ellos y conoce a todos los directivos y jugadores.

En el Hospital de Maternidad hay una plaza de telefonista aprovechando sus nuevos conocimientos concursa y la gana y bueno, así es la vida, allí conoce al amor de toda su vida: Mercedes. Se casaron, se fueron a Santa Ana, porque en el hospital de allá le pagaban otros centavos más y allì empezó el gran rollo.

Lo conocí cuando ya tenía como refrán que él era un hombre "7 oficios, 14 necesidades": vendía billetes de lotería, cobraba recibos de los médicos en Santa Ana, vendía calzado, vendía libros para médicos e implementos médicos en Santa Ana y Ahuachapán y era telefonista del hospital "San Juan de Dios" en Santa Ana.

Era difícil encontrarlo en su casa: sólo llegaba a almorzar (a las 12, a la 1 o a las 2, cuando hubiera terminado las tareas de la mañana), a cenar, a dormir cuando no tenía turno en el hospital y hacía el desayuno, dormía poco porque, aunque hubiera tenido turno había que hacer las otras tareas.

Había épocas en que lo veía decaido, era generalmente cuando había que buscar una nueva pieza de mesón, porque le "estaban pidiendo" donde vivía. Siempre dijo que "uno de pobre, si no trabaja no come, así es que no importaba quien estuviera en el gobierno", no se metía en política partidista, pero creo que era más por protección a su familia, proteger su trabajo que era el que daba alimento a todos.

Es un buen católico, no trabajaba en iglesia alguna, pero no falla a la misa dominical, reza todas las noches y tiene una fe increíble: recuerdo en una ocasión que lo ví triste y platicamos me confesó que todas las noches le rezaba a Dios, "yo sé que a Dios no se le pide dinero" pero él si lo hacía, porque tenía una deuda de 10 mil colones que en un momento de urgencia tomó con un agiotista y no le podía abonar nada, sólo le pagaba intereses y ya tenía demasiado tiempo, estaba agobiado. Un día, le ví contento: Se había sacado un premio de 10 mil colones en la lotería, con unos billetes que no había vendido, ¡Carajo! si eso no es fe, díganme que es, porque, al menos yo, nunca he creído en la suerte.

La combinación de su realidad con su creencia religiosa le hacía pensar en algo diferente y recuerdo que era un seguidor del Partido Demócrata Cristiano (PDC), pero "clandestino": como cobraba recibos, un doctor, militante del partido le ofreció que cobrara las cuotas a los miembros del partido en Santa Ana, aceptó y cuando le iban a pagar su primera comisión, le dijo en voz baja a la secretaria que eso era su contribución para el partido, pero que no le diera factura, no quería tener nada que probara que había hecho ese donativo, ¿que sería? un 2 por ciento un 1 por ciento de lo cobrado, talvez, pero para él era la donación de su sudor, era evidente que creía en la filosofía de ese partido.

En una ocasión para una campaña municipal, recuerdo que tomó a sus hijos pequeños los tomó, los vistió de domingo y los llevó al parque Libertad, los puso a jugar, yo de reojo le miraba y veìa que ocasionalmente se sonreìa hasta que de repente apareció un individuo, compañero de trabajo del hospital, que se sabía era oreja, miembro de la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN) y que amedrentaba a los empleados que no se habían organizado en el partido oficial de esos días el Partido de Conciliación Nacional (PCN), le vi preocupado, trató de justificar su presencia como jugando a los niños y ante las palabras del oreja, los tomó de la mano y regresó a la casa. En el parque estaba el candidato del PDC en el medio de un mitín.

En las campañas presidenciales de 1972 y 1977 en su casa, cuando había discurso de los candidatos (Ing. José Napoleón Duarte en 1972 y Coronel Claramount Rozville en 1977), o de dirigentes del PDC, la puerta se cerraba temprano con algún pretexto, se coloaban trapeadores en la base de las puertas (para que no saliera ni un sólo halo de luz) y luego se encendía el televisor con el voluman más bajo que fuera posible y nadie de los que allì estaban en ese momento podìa hacer ruido, así los vecinos (algunos de ellos también orejas) pensaban que ya se habían acostado, y luego de los programas, todo mundo iba a dormir caminando en las puntas de los pies.

Sus hijos crecieron y cuando la mayor tuvo que estudiar bachillerato le ofrecieron una media beca para que estudiara en un colegio particular de calidad: El Colegio Bautista, las notas de ella eran suficientes para la beca que la Alcaldía Municipal daba y lo aceptó. Más adelante le presionaron para que a cambio de la beca, se inscribiera en el PCN y luego en ORDEN, le amenazaron con quitarle la media beca pero él no aceptó, siempre detestó la traición y el ser oreja era vigilar a los amigos y parientes, nunca lo aceptó. Le quitaron la media beca a su hija y en un acto de dignidad que aun recuerdo claramente decidió que su hija se graduaría del Bautista y a tropezones y más trabajo la logró graduar de ese colegio, para demostrarles a los bandidos que le presionaban que había tenido dignidad, que no le arrodillaron y no sacrificaron el futuro de su hija.

Llegando a la década del 80, la presión aumentó y entonces el PCN y ORDEN se fueron "al tope", llegó la orden de que el que no estuviera afiliado lo despedirían, lo recuerdo discutiendo con quien le presionaba que se inscribiera en el partido y en ORDEN, le amenazó abiertamente y él respondió que no sólo podía trabajar allí, que podía ir a otro lado, y ella (porque era una enfermera) le amenazó que no encontraría trabajo en ningún lado, él dijo que vendería más zapatos, cobraría más recibos, vendería más libros, pero que sus hijos tendrían alimento. Y yo echandome el rollo, sólo sentía una cosa extraña, mi lenguaje era limitado en ese momento para comprender lo que era la rabia ante la injusticia e impotencia. Recuerdo que luego que se quedó sólo me acerqué a él y le dije que se anotara, que de todos modos no le compraban su conciencia y que sólo él en su corazón y su mente sabría lo que sentía y pensaba, que un carnet no le iba a hacer menos o más cristiano o demócrata, ¡Carajo! me miró a los ojos y me dijo que él no iba a ser oreja por comer, que ningún cristiano puede ser oreja, que no podía hundir a nadie para poder comer.

El 19 de octubre de 1980 se dió el golpe de Estado que derrocó al General Carlos Humberto Romero (el último presidente de la dictadura militar y del PCN). Dicen que alguien inició una hoguera en el parqueo del hospital y todos los empleados, uno por uno fueron tirando allí sus carnets de PCN y ORDEN, no estuve allí, pero si fue cierto imagino que pasaron todos, menos uno que miraba desde lejos, imagino su mirada serena, sin reclamos, sin acusaciones, pero orgulloso de haber sido un hombre

Muchas veces hablamos con él de democracia, de los sueños posibles y él criticaba a los "muchachos" esos "bobos que armados, sólo sirven para que los dirigentes vivan bien, ya vas a ver, mirá antes en la Universidad así era, los que salían a la calle era a los que mataban, fijate, el doctor fulano era dirigiente de los estudiantes, ahora ministro de tal cosa, el licenciado zutano, ese gritaba en el parque, enganchando a los demás bobos y ahora abogado de tal empresa, siempre es así, cuando están en la U son unos gritones, pero cuando ven el dinero no aguantan la tentación, no seas bobo, vos no te metas en nada".

Creo que muy raras veces lo vi descansando pero un primero de mayo, le vi tirado en el suelo sobre un petate, escuchando en un radio de onda corta Radio Habana, su esposa tenía una cara de "apagá esa babosada", pero él oía y cuando ya me iba recuerdo que comentó emocionado "dicen que es una marcha enorme, que son cientos de cuadra y van marchando estudiantes, obreros, trabajadores, militares! imagìnese militares!", estaba yo con mi tìo Elías y él le explicó la diferencia entre los sistemas capitalista y socialista (al menos como lo entendíamos en esos días).

Siempre protegió a su familia, y se preocupó de su formación, recuerdo que su casa era la única en el mesón que tenía una librera y tres enciclopedias, no había televisor pero si libros. Compartió con su esposa el compromiso de formarlos a todos y con el tiempo lo lograron, Una ingeniera, un administrador, un técnico en plásticos y una psicóloga son su título de padres exitosos.

Les educó en el respeto y la unidad entre ellos. Hubo tiempos en los que esta enseñansa se puso a prueba entre los cuatro hijos que tuvo y salió victoriosa, siempre superó la prueba la amistad, el respeto pero sobre todo la lealtad entre ellos.

Me acuerdo de él todos los días, pero especialmente el 17 de junio, sólo que este año estaba ingresado en el Seguro Social en Santa Ana, no pude visitarle por eso le hablé y pude decirle: "Gracias padre por todo lo que ha hecho por mí, porque lo que mis hijos tienen se lo deben a usted y a mi madre", apenas me oyó por el celular de mi hermana, la psicoloca, pero la neta, siento un orgullo tremendo ser hijo de José Isidro Minero Rodríguez, ese huérfano que me educó y me enseñó tantas cosas, muchas de las cuales (como la religión) no aprendí bien, otra sí: nunca dudé de la existencia de Dios, pero quizás lo más valioso que me enseño, y pido a Dios nunca olvide, es que la dignidad y los principios no se venden y que a los amigos no se les traiciona, así te quieran matar de hambre. Gracias viejo.

No hay comentarios: